Lección 9. La iglesia y sus ordenanzas

Versiculos para memorizar: Mateo 28:19-20; 1 Corintios 11:26

Hay dos ordenanzas que pertenecen a la iglesia: el bautismo y la cena del Señor. Ambas son instrucciones que dejó el Señor Jesús y que cada cristiano desea obedecer. En primer lugar, consideremos el significado de tu bautismo. El N.T. enseña repetidas veces quienes deben ser bautizados: solamente aquellas personas que ya son creyentes en el Señor y Salvador Jesús.
El creyente no se bautiza con el propósito de alcanzar la salvación, sino porque ya la ha alcanzado. El bautismo no puede salvar; no completa la salvación porque Cristo es suficiente como Salvador.
¿Cuándo debe ser bautizado el creyente? En Mt. 28:19 Cristo dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El orden aquí es importante. Jesús mandó que las personas fueran hechas discípulas de Él antes de ser bautizadas. Entonces, este pasaje enseña que antes de bautizarse, uno debe haber tomado la decisión personal de seguir a Jesús.
Hecho. 2:41 nos relata lo que ocurrió en el día de Pentecostés. Cuando el apóstol Pedro terminó de predicar “… los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”. La expresión “recibir la palabra” da la idea de oír el mensaje, entenderlo y estar de acuerdo con él. Esto nos indica que es requisito para ser bautizado el haber oído, entendido y aceptado el mensaje de la salvación.
Esto contradice la práctica de bautizar a los bebés y a lo niños pequeños.
¿Cómo debe ser practicado el bautismo de los creyentes? La respuesta bíblica es clara. Debe ser por la total inmersión en agua.
Miremos las enseñanzas del N.T. Los pasajes más claros a este respecto son Ro. 6:3-5 y Col. 2:12. En este último, el apóstol Pablo dijo a los creyentes de Colosas que habían sido “sepultados con Él (Cristo) en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él”. El bautismo simboliza una sepultura y una resurrección. Por tanto, el creyente tiene que ser puesto totalmente debajo del agua para realizar correctamente el símbolo como testimonio de lo que ha sucedido en su vida espiritual. Pretender bautizar de otra manera es apartarse de la enseñanza bíblica y desviarse del significado del acto.
Aún la misma palabra bautismo en el griego significa inmersión. La palabra “BAPTIDZO” no fue traducida al castellano sino que fue transliterada fonéticamente. La palabra significa sumergirse, zambullirse o inundarse.
¿Para qué se bautiza un creyente? Lo hace con dos propósitos. El primero es el de obediencia a Jesús como su Señor. La autoridad con que Cristo ordenó que sus discípulos fueran bautizados es completa. Completa también debe ser la obediencia de cada creyente. El creyente se bautiza también para dar un testimonio simbólico de la realidad de su salvación. El bautismo neotestamentario es un símbolo de muerte, de sepultura y de resurrección. Así es que al ser puesto debajo del agua y ser levantado otra vez, el creyente está testificando que la base de su salvación es la muerte y la resurrección de Jesús (Ro. 4:25; 1ª Cor. 15:3-4). Está testificando también que ha muerto a su pasada vida de pecado, y que ha resucitado espiritualmente con Cristo para llevar una vida nueva (Ro. 6:3-4).
Ahora, la pregunta final: ¿has testificado tú por medio del bautismo bíblico? Si ya Cristo es tu Señor y Salvador, ¿a qué esperas para obedecerle en un mandamiento tan claro y sencillo?
La Cena del Señor es la segunda ordenanza de la iglesia y fue instituida por Jesús en “la noche que fue entregado” (1ª Cor. 11:23). Los cuatro evangelistas y Pablo nos cuentan la historia. (Mateo 26:17-29; Marcos 14:12-25; Lucas 22:7-23; Juan 13:21-30; 1 Corintios 11:23-26).  Sería una buena idea leer estos pasajes durante la semana para entender el significado de esta ordenanza.
Recordamos que el pan y el cordero de la Pascua para los judíos representaban simbólicamente el sufrimiento de sus padres y el milagro del éxodo. Jesús reemplazó la Pascua para sus seguidores en aquella noche con otro acto simbólico.
Jesús dijo: “Esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” antes de la resurrección, cuando estaba sentado con sus discípulos y cenando con ellos.  Por eso habló simbólicamente y no literalmente. Debemos interpretar esto de la misma forma que interpretamos otras expresiones simbólicas de Jesús, tales como “yo soy el pan de vida” (Jn. 6:35); “yo soy la vid verdadera” (Jn. 15:1)… Lo que Jesús estaba diciendo era que el pan y el vino representaban, simbólicamente, su cuerpo y su sangre.
Cuando la iglesia celebra la Cena es un acto simbólico que nos hace recordar lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz, y su promesa de volver. Por esto, únicamente participan de este acto quienes han creído en Cristo y le han obedecido en el bautismo.
Al participar de la Cena, cada creyente expresa gratitud y adoración a Dios por lo que hizo por nosotros en Jesucristo. Sin Cristo todos estaríamos perdidos para siempre. La participación en la cena ofrece a cada creyente el privilegio de investigar su propia relación con Cristo y con la iglesia. Es un momento de contemplación, de consagración a quien dio todo por nosotros, y de recuerdo de quien dijo: “haced esto en memoria de mi” (1ª Cor. 11:24).
El culto en el cual se celebra la Cena del Señor ofrece el privilegio de celebrar la comunión cristiana. Por eso muchas iglesias llaman al acto la “comunión”, es decir, una “común unión”.
Además, la cena es un acto de proclamación. Al participar en ella proclamamos dos verdades. Una, que nuestra salvación se basa en lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Y la segunda es que nuestra esperanza para el futuro se basa en la promesa de Jesús de volver.

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