Lección 7. Tu nueva familia: La iglesia local

Descargar en Powerpoint®

Versículos para memorizar: Hebreos 10:24-25

Si quieres continuar creciendo en tu nueva vida, además de leer tu Biblia y orar, tendrás que practicar la comunión cristiana.
La vida espiritual se parece en algunos aspectos a la vida física. Ambas vidas empiezan con un nacimiento, y las dos exigen crecimiento. Cuando un niño nace, necesita de mil cuidados. Si se le abandona, seguro que morirá. Para evitar semejante tragedia, Dios creó la familia. La voluntad divina es que cada criatura nazca en el seno de una familia responsable. Allí podrá recibir el amor, la protección, el alimento y la instrucción que su pleno desarrollo demanda.
Y no debemos pensar que Dios tenga menos cuidado de sus hijos espirituales. También ha provisto una familia para nosotros. Cuando tú y yo nacimos de nuevo pasamos a formar parte de la familia de Dios (Ef. 2:19). Él es ahora nuestro Padre (2ª Cor. 6:18); Cristo Jesús es nuestro hermano mayor (Ro. 8:29); y todo verdadero creyente es nuestro hermano (Mt. 23:8).
En el sentido más amplio, la familia de Dios abarca a todos los creyentes del mundo. Por tal motivo, vaya donde vaya, cuando un creyente se encuentra con otro, descubre que hay un lazo que los une. Este lazo es el amor fraternal cristiano. Su existencia es evidencia de salvación.
Es importante el hecho de que la familia de Dios abarca a todos los creyentes del mundo. Pero en lo que respecta a tu crecimiento espiritual, lo que importa mucho más es que esta familia tiene una manifestación local: la iglesia.
La palabra “iglesia” aparece más de cien veces en el N.T.  Algunas veces se emplea para designar a todo el pueblo de Dios. Pero en la gran mayoría de pasajes se refiere claramente a una asamblea o congregación local de  creyentes bautizados. Te ayudará aprender de memoria Heb. 10:24, 25 que dice lo siguiente: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca”. Si te congregas fielmente con tus hermanos para adorar a Dios, dos cosas resultarán: recibirás bendiciones y serás hecho portador de bendiciones para otros.
En Mt. 18:20 Cristo dijo “Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. De manera que al reunirte con tus hermanos en la iglesia loca, debes confiar en que el Señor está presente y debes esperar su bendición.
Esta bendición podrá ser impartida de distintas maneras. A veces serás ayudado por la exposición bíblica, a veces será una canción la que toque tu corazón, otras te sentirás inspirado por el testimonio de un hermano que cuenta una reciente obra de Dios en su vida, y a veces, durante el tiempo de oración, puede que te sientas amonestado por algún pecado que tengas que confesar y abandonar. Las bendiciones de Dios, sin embargo, no son fines en si mismas. Somos bendecidos para que seamos bendición. En los cultos de la iglesia somos estimulados “al amor y a las buenas obras”.
Ef. 2:10 enseña que fuimos “… creaos en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Con este eterno propósito de Dios concuerda la doctrina de los dones espirituales. Más adelante dedicaremos una lección a este tema, pero ya debes comprender que cuando el Señor te salvó, te concedió al menos un don o capacidad espiritual.
Este don o dones, te hace apto para algún servicio o ministerio.    1ª Pe. 4:10 dice: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. Ahora bien, en todo esto tu iglesia local juega un papel importante. Tus hermanos pueden ayudarte a descubrir tu don. Y una vez que lo hayas descubierto pueden animarte a dedicar tu don al servicio del Señor. Y finalmente, tus hermanos pueden suministrarte las oportunidades para desarrollar tu don en el trabajo de la iglesia.
Sí hermano, necesitas la iglesia, igual que la iglesia te necesita a ti. Allí está tu familia espiritual. Sólo en el seno de esa familia podrás encontrar la protección, el estímulo, la alimentación y el amor que tu crecimiento cristiano exige. Además, sólo allí podrás encontrar la inspiración y la capacitación que te hacen falta para desarrollarte en el servicio que Dios espera de ti.
¡Se fiel, pues, en la práctica de la comunión fraternal cristiana! Asiste con regularidad a los cultos de adoración, de oración, de estudio… Y cultiva el compañerismo de tus hermanos en la fe. Una brasa sacada del fuego no tarda en apagarse, y un creyente que se separe de la compañía de sus hermanos se resfría en su vida espiritual y se debilita en su capacidad para resistir la tentación.

Has click aquí para tu siguiente lección