Lección 10. El testimonio de tu vida

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Versículos para memorizar: 1 Corintios 10:31-32

Ser testigo no es algo opcional para el cristiano. Ya eres testigo por el simple hecho de que la gente te está observando. Lo que Dios pide es que seas un testigo fiel. Estudiaremos en esta ocasión el testimonio de tu vida.
Una vida auténticamente cristiana se ajustará a las normas establecidas en 1 Corintios 10:31,32, que dice: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Negativamente esto significa que debemos abstenernos de todo lo que pudiera dar pretexto para un inconverso se niegue a creer en el evangelio, o para que un creyente se desvíe de los caminos del Señor. Positivamente significa que debemos procurar que todo lo que hagamos glorifique a Dios (“glorificar” a Dios es manifestar al mundo las excelencias de su ser).
Las escrituras subrayan la importancia del testimonio vivido tanto negativa como positivamente. Ejemplo del impacto negativo de un testimonio infiel lo tenemos en la vida de David. Por descuidar su obligación de salir al frente de los ejércitos del Señor, David se expuso a la tentación. En consecuencia cayó en el doble pecado de adulterio y homicidio. Cuando se arrepintió por fin, Dios tuvo misericordia de él y le perdonó. Pero una secuela de desgracias le sobrevino como consecuencia inevitable de su pecado. Y toda aquella cadena de calamidades comenzó con esta advertencia del profeta Natán: “Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá” (2 Samuel 12:13,14).
En contraste, la bondad de un testimonio positivo está recalcada en  1ª  Pedro 3:1,2. Hablaba el Apóstol a mujeres cristianas cuyos maridos no eran creyentes. “Estad sujetas a vuestros maridos”, les dijo, “para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabras por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa”. Aprendemos aquí que la conducta diaria del creyente puede ser el factor decisivo en la evangelización.
Esto no quiere decir que una persona pueda ser salva sin que nadie le predique el evangelio. Lo que quiere decir es que hay personas que no estarán dispuestas a escuchar el evangelio hasta que no conozcan de cerca a alguien cuya conducta habitual sea auténticamente cristiana.
En otras palabras, el buen testimonio cristiano vivido prepara el camino para el testimonio cristiano hablado.
Para testificar positivamente con tu vida a favor del evangelio es necesario que Cristo mismo viva su propia vida en ti. Recuerda lo que aprendiste en la Lección Nº 2.
Pero, ¿cómo vive Cristo en ti? ¡Por medio del Espíritu Santo! Cuando tú invitaste al Señor Jesús a entrar en tu vida, Él entró por medio del Espíritu. Así es que en el instante de tu conversión a Cristo recibiste el Espíritu Santo, y Él ahora vive permanentemente en ti. Pasajes que enseñan esta importante verdad son:
Romanos 8:9; Gálatas 4:6; 1 Corintios 6:19 y Efesios 1:13,14.
Ahora bien, el Espíritu Santo mora en ti con el propósito de glorificar a Cristo (Juan 16:14), es decir: con el propósito de usarte como instrumento para manifestar al mundo las excelencias de Jesús. Y lo hace de dos maneras: reproduciendo en ti el carácter de Cristo y librándote del dominio del pecado.
Gálatas 5:22,23 dice que “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. Estas nueve virtudes no son otra cosa que una descripción del carácter de Jesucristo. Cuando permitimos que el espíritu nos controle por completo (que nos “llene”), él reproduce en nosotros su “fruto. Es decir, por medio de nuestras vidas diarias el espíritu manifiesta al mundo el carácter de cristo mismo. Y en estas mismas condiciones el Espíritu también nos libera del dominio de nuestra naturaleza pecaminosa carnal. Como dice Romanos 8:2, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
En una palabra, para testificar positivamente a favor del evangelio por medio de tu vida, necesitas ser lleno del Espíritu (Efesios 5:18). Para que lo seas, tienes que hacer cuatro cosas.
Ante todo, tienes que desear que el Espíritu te haga más semejante a Cristo en tu carácter y conducta. Luego tienes que confesar a Dios y abandonar cualquier pecado que esté interrumpiendo tu íntima comunión con él. En seguida tienes que someterte por completo a la voluntad divina. Y por último, tienes que rechazar todo confianza en ti mismo para depender únicamente del poder y la dirección del Señor.
Cuando cumples estas cuatro condiciones el Espíritu Santo te llenará. Te llenará de su glorioso fruto; reproducirá en ti el carácter de Jesucristo. También te llenará de su poder, librándote del dominio de tu naturaleza pecaminosa carnal. Entonces la gente observará en ti un carácter y una conducta auténticamente cristianos. ¡Habrás testificado fielmente con tu vida!
Tal testimonio será un instrumento del Espíritu para convencer a otras personas de su necesidad espiritual y para disponerlas a escuchar favorablemente el mensaje de salvación. De esta manera tu testimonio cristiano vivido habrá preparado el camino para un testimonio cristiano hablado.
En nuestra próxima lección hablaremos del testimonio de tu palabra.

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