Lección 11. El testimonio de tu palabra

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Versículo para memorizar: 2 Timoteo 1:7.8a

¡Felicitaciones, hermano/a, por tu sostenido interés en completar esta serie de lecciones! La vez pasada hablamos del testimonio de tu vida. Dijimos que el testimonio cristiano vivido prepara el camino para el testimonio cristiano hablado. Así que ahora estudiaremos el testimonio de tu palabra.
La Biblia insiste en la necesidad de hablar de nuestra fe. A un hombre de quien había sacado muchos demonios, Cristo dijo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuan grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y como ha tenido misericordia de ti” (Mc. 5:19). Cuando el apóstol Pablo estaba luchando para introducir el evangelio en la pagana ciudad de Corinto, el mismo Señor Jesucristo se le apareció en visión de noche y le dijo: “No temas, sino habla, y no calles” (Hech. 18:9).
Pero hay un pasaje todavía más llamativo. En la ciudad de Cesarea el centurión romano Cornelio buscaba el camino de Dios. Un día mientras oraba, un ángel entró donde estaba y le dio instrucciones de mandar traer a Simón Pedro. ¿Para qué tenía que traer a Pedro? He aquí la respuesta: “Él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (Hech. 11:14). ¿Te das cuenta de lo que esto significa? Quiere decir que el mensaje de la salvación tiene que ser comunicado por medio de palabras humanas. El ángel no pudo explicarle a Cornelio la manera de salvarse. Esto sólo puede hacerlo otro hombre de carne y hueso. Tú y yo, pues, tenemos la solemne obligación de hablar de nuestro Salvador.
Esto provoca una lucha. El diablo no quiere que testifiques con tu palabra. Sus armas principales para impedírtelo son la vergüenza y el temor. Pero Dios está contigo, y Él es más fuerte que el diablo. Indicamos en la lección pasada que para testificar positivamente con tu vida necesitas “ser lleno” del Espíritu Santo. Lo mismo es cierto cuando hablas de tu fe. Necesitas el poder del Espíritu de Dios para vencer la tentación de callar.
Aprende de memoria 2ª Tim. 1:7-8a que dice así: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”. Cuando el diablo te quiera callar, resístelo con la firmeza de fe que estas palabras inspiran.
Cuando las autoridades de Jerusalén ordenaron a los apóstoles Pedro y Juan que dejasen de hablar de Jesucristo, ellos reunieron a la iglesia para orar. En su oración hicieron la siguiente petición: “Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (Hech. 4:29). Luego leemos que “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la Palabra de Dios” (vs. 31). Dios llena de valor a sus hijos cuando están resueltos a hablar por Él.

Pero cuando hablas, ¿qué vas a decir? Para empezar, puedes invitar a tus amigos a acompañarte a escuchar a alguien que sepa explicar el evangelio. Además, puedes contar a tus amigos lo que Cristo ha hecho en tu vida. Pero también debes aprender a hacer una presentación bíblica del evangelio.

Debes saber decir a quien quiera escucharte que el evangelio se compone de cinco verdades vitales. La primera es la verdad del amor. Dios nos ama y quiere que tengamos una vida eterna y abundante. Textos que enseñan esto son Jn. 3:16 y 10:10. La segunda es la verdad del pecado. Todos hemos pecado, y nuestro pecado nos separa de Dios y nos priva de la vida eterna y abundante que Él quiere darnos. Esto se comprueba con Ro. 3:23 y 6:23. En tercer lugar está la verdad del sustituto. Jesucristo tomó nuestro lugar en la cruz y pagó por nosotros el precio completo de la salvación, haciendo posible que volvamos a Dios. Ro. 5:8 y Jn. 14:6 establecen esto. La cuarta verdad es la verdad del arrepentimiento. Para volver a Dios tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados. Esto se enseña claramente en Hech. 3:19. Y por último tenemos la verdad de la fe. La vida eterna y abundante es un regalo que Dios nos ofrece en Cristo. Será nuestra si por la fe lo recibimos como nuestro Señor y Salvador. Ro. 6:23; Jn. 1:12 y Ap. 3:20 son textos útiles para aclarar lo que significa creer.

No estamos diciendo que esta sea la única manera de hacer una presentación bíblica del evangelio, hay muchas otras igual de válidas. Pero esta es una buena manera de hacerlo. Aconsejamos que aprendas estas cinco verdades vitales y que en tu Biblia marques los diez textos que se relacionan con ellas. Y cuando Dios te dé la oportunidad, usa este sencillo plan para enseñar las buenas nuevas de salvación.

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