Lección 6. Tu vida de oración

Versículo para memorizar: Juan 16:24 

En la lección pasada compartimos algunas sugerencias prácticas sobre la manera de obtener el mayor provecho posible de tu estudio bíblico. Hoy vamos a hablar de tu vida de oración. En el sentido más profundo la vida cristiana no puede vivirse sin orar.
El supremo ejemplo de la oración es el Señor Jesús. Los cuatro evangelios no pretenden relatar todo lo que Él hizo durante su vida terrenal. Por tal motivo significa mucho el hecho de que señalan veintidós ocasiones distintas en que Él oraba. Si el mismo Hijo de Dios no pudo vivir en este mundo sin orar, menos lo podremos hacer nosotros. La Biblia habla mucho de la oración. Repetidas veces nos exhorta a orar. Nos enseña como orar correctamente. No promete grandes bendiciones cuando así oramos. Y nos presenta inspiradores ejemplos de la oración eficaz. En esta ocasión vamos a pensar en tres elementos que deben formar parte de tu vida de oración. Estos elementos son: adoración, confesión y petición.
Juan 4:23 enseña que Dios busca personas que le adoren “en espíritu y en verdad”. Él quiere que tú seas una de tales personas. Una manera de serlo es iniciar tu tiempo diario de oración con alabanzas y acciones de gracias. Debes  alabar a Dios por lo que Él es, y debes darle gracias por lo que hace.
Siempre resultan dos cosas cuando practicas la alabanza. Una es que agradas a Dios. “El que sacrifica alabanza me honrará”, dice el Sal. 50:23 El otro resultado es que aumentas tu propia fe. “En ti confiarán los que conocen tu nombre”, dice el Sal. 9:10. Mientr5as alabas a Dios por su fidelidad en cumplir sus promesas, por su conocimiento cabal de todas las cosas, por la grandeza infinita de su amor, de su sabiduría y de su poder; mientras piensas en estas u otras de las perfecciones divinas, tus problemas tienden a hacerse progresivamente más insignificantes, y resulta más fácil dejarlos en las manos del Señor.
Pero tu alabanza debe ir acompañada de acciones de gracias. En relación a esto, lee cuidadosamente 1ª Te. 5:18 y Ef. 5:20. El primero de estos pasajes te manda dar gracias a Dios “en todo” y “por todo”. Otro elemento que debe formar parte de tu oración diaria es la confesión. Cualquier pecado rompe tu comunión íntima con Dios. Periódicamente debes detenerte para hacer un examen de tu vida. Puede servirte muy bien de ejemplo la plegaria del Sal. 139:23-24 que dice así: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Si en respuesta a esta súplica el Señor te recuerda algún pecado que no has confesado y abandonado ya, arrepiéntete de una vez. Confiesa ese pecado particular a Dios y acepta por fe el perdón y la limpieza prometidos por Él en 1ª Jn. 1:9. Al mismo tiempo, si tu pecado ha dañado a otra persona, disponte a buscar la reconciliación. Y si otra persona te ha ofendido a ti, perdónale sin demora. Esta es la esencia del cristianismo. No es posible estar en comunión con Dios si estás en pugna con tu prójimo.
Por último, tu oración diaria debe contener algún elemento de petición. Debes pedir primero por el avance del reino de Dios y por las necesidades de otras personas antes que pedir por ti mismo. Este orden está sugerido en la Oración Modelo que Cristo nos dio en Mt. 6:9-13.
Al pedir por necesidades ajenas estás ocupándote en el ministerio de la intercesión. En este ministerio se ocupa ahora nuestro Salvador. Así que cuando pides por otro, te haces más semejante a Cristo. También te conviertes en soldado de primera línea en el conflicto de Dios contra las fuerzas del mal. Tu Padre celestial quiere que tomes tiempo cada día para luchar en oración a favor del avance del Evangelio. En tu ministerio de intercesión es bueno hacerte un plan que te ayude a orar por todas las personas con las que tienes alguna relación, así como por la obra de Dios en diferentes lugares no solo de tu entorno, sino en todo el mundo. Hazte una lista de peticiones para cada día de la semana. Infórmate de las necesidades de las personas por las que vas a orar, para poder pedir para ellas bendiciones específicas. Cuando te des cuenta de que alguna petición ha sido contestada, toma nota de ello y da gracias al Señor. De esta manera tendrás el gozo cumplido que Cristo prometió en Jn. 16:24.

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